"Regresa a ti mismo y mira: si aún no te ves bello, haz como el escultor de una estatua que ha de salirle hermosa: quita, raspa, pule y limpia hasta que hace aparecer un bello rostro en la estatua. También tú, quita todo lo que sea superfluo, endereza todo lo que sea tortuoso, limpia todo lo que esté oscuro, abrillántala y no ceses de esculpir tu propia estatua hasta que resplandezca en ti el divino esplendor de la virtud, hasta que veas la Sabiduría en pie sobre su sagrado pedestal. "
El fragmento pertenece a "Eneadas", la obra principal del filósofo griego Plotino (205-270), figura de inmensa influencia en la cultura occidental y fundador del neoplatonismo con su agudo comentario de las obras de Platón. La cita es sin duda muy tentadora para los gimnastas que modelan su físico con esfuerzo y tesón en busca de un cuerpo ideal, pero Plotino iba mucho más allá y en su filosofía, la belleza como tal, la ansiada perfección, era algo mucho más complejo que un cuerpo de "diez". Para el filósofo la belleza estaba jerarquizada y la puramente física era la más baja en su escalafón. Plotino, como Platón, postulaba que el cuerpo no es sino la prisión del alma inmortal y que esta tiene como propósito último el retornar al origen (al Uno) por medio de una vida de bondad, sabiduría y virtud. Con estas premisas no es de extrañar que según las crónicas, las últimas palabras del filósofo, dirigidas a Eustaquio, su médico pero también discípulo, fueran:
"Esfuérzate por reconducir lo que de divino hay en nosotros a lo que hay de divino en el universo"
El busto de Plotino es de autor desconocido y pertenece a la colección del Ostiense Museum, Ostia Antica de Roma.
Imagen: de Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original
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