Ava Gardner sonrió y le contestó:
Ava Gardner sonrió y le contestó:
"Nunca pensé en lo que hacía en términos de arte, o esto es grande o estremecedor, o cosas por el estilo. Para mí siempre fue un trabajo, que yo disfruté enormemente"
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"Abrí como quien no quiere la cosa el maletín, dejé que sus ojos se empaparan de la visión del dinero que contenía y lo volví a cerrar. Cuando me miró a la cara no sólo había mudado de expresión, sino que le había aumentado visiblemente el perímetro torácico.
-Tengan la bondad de seguirme –balbuceó.
Aproveché, como tenía por costumbre hacer en los últimos tiempos, el trayecto del ascensor, para rumiar cuán poderosa palanca es el dinero y cuántas puertas no puede abrir, cuántas cadenas romper, cuántas percepciones nublar y cuánta malquerencia trocar en carantoñas. La verdad es que nunca, en todos los años que llevo zascandileando por este árido valle, me he visto en posesión del vil metal, como los que no lo quieren bien lo llaman, y no estoy, por lo tanto, autorizado para pontificar sobre los efectos deletéreos que quienes lo conocen lo atribuyen. De la ambición y la avaricia puedo hablar, porque las he visto de cerca. Del dinero, no. Precisamente, como sé por experiencia, sirve para evitar a los que lo tienen el pringoso contacto con quienes no lo tenemos. Y con toda honradez confieso que no me parece mal: los pobres, salvo que las estadísticas me fallen, somos feos, malhablados, torpes de trato, desaliñados en el vestir y, cuando el calor aprieta, asaz pestilentes. También tenemos, dicen, una excusa que, a mi modo de ver, en nada altera la realidad. No es por ello menos cierto que somos, a falta de otra credencial, más dados a trabajar con ahínco y a ser dicharacheros, desprendidos, modestos, corteses y afectuosos y no desabridos, egoístas, petulantes, groseros y zafios, como sin duda seríamos si para sobrevivir no dependiéramos tanto de caer en gracia. Pienso, para concluir, que si todos fuéramos pudientes y no tuviésemos que currelar para ganarnos los garbanzos, no habría futbolistas ni toreros ni cupletistas ni putas ni chorizos y la vida sería muy gris y este planeta muy triste plaza."
El fragmento pertenece a la novela "El laberinto de las aceitunas", obra del escritor Eduardo Mendoza publicada en 1982.
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Concentrado exclusivamente en la música y en el débil eco que de ella llegaba a sus oídos, no le quedaba margen de atención para otros detalles y así, en uno de esos pasajes en los que la música empezaba a subir de intensidad y culminaba en uno de esos apoteosis sonoros tan típicos de las obras del maestro de Bonn, este abrió de forma entusiasta los brazos en un gesto de plenitud y no pudo evitar tirar al suelo las velas que iluminaban el atril con la partitura. Rápidamente se ayudó de dos chicos del coro que se colocaron a los lados del piano sosteniendo las entonces imprescindibles velas, pero no pasó mucho tiempo antes de que se repitiera el mismo pasaje de la obra y de nuevo, en aquel éxtasis sonoro, Beethoven repitió el gesto, golpeando en esta ocasión la cabeza de uno de los niños, provocando que se le cayera la vela al suelo y que el otro niño, asustado ante el frenesí y los aspavientos que mostraba el maestro, saliera corriendo del escenario. El público, ante este segundo percance no pudo ya reprimir sus risas y el teatro estalló en una sonora carcajada que no pasó desapercibida al debilitado oído de Beethoven, quien enfurecido se centró en su piano e intentó acallar las risas con el poder de su arte al teclado. Fue tal la rabia con la que tocaba que rompió seis cuerdas del piano. Solo la música que bullía en su cabeza le salvó de la tragedia de finalizar sus días como pianista. Como el mismo decía:
"Estuve a punto de poner fin a mi vida, lo único que me lo impidió fue mi arte. Porque me pareció imposible dejar este mundo antes de haber producido todas las obras que siento la necesidad de componer; y así he seguido arrastrando esta existencia miserable"
"¡Actúa en vez de suplicar. Sacrifícate sin esperanza de gloria ni recompensa! Si quieres conocer los milagros, hazlos tú antes. Sólo así podrá cumplirse tu peculiar destino"
Os dejo unos minutos de la película "La amada inmortal" (1994 - Bernard Rose) en la que podemos ver a Gary Oldman dando vida a Beethoven. En el video vemos al compositor, ya muy mermado en su audición, como se ayuda de las vibraciones del instrumento para poder modular su forma de tocar. Ya no se sentaba ante el piano en público y con esta pequeña trampa de hacerlo probar un piano, supuestamente a solas, querían comprobar el porqué de su negativa a tocar ante los demás. La pieza que suena es el primer movimiento de la Sonata nº 14 - op. 27 nº 2 "Quasi una fantasía" por todos conocida como Sonata Claro de Luna. Película muy recomendable para los melómanos y también para los amantes del buen cine.
La escultura de la imagen de cabecera se encuentra en la Konzerthaus (Casa de conciertos) de Viena.
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"Sarah era maravillosa y terrible. Oh, verla y escucharla, una criatura salvaje, una gacela con la fascinación y la furia de una hermosa pantera, riendo en francés musical, gritando con verdadero grito de pantera, sollozando y suspirando como un ciervo solloza, herida de muerte... No es bonita, su voz no es dulce, pero es la encarnación de la emoción salvaje que compartimos con todos los seres vivos..."
Así describía D.H. Lawrence a Sarah Bernhardt tras verla interpretar "La dama de las Camelias". Por su parte, un crítico apuntaba sobre la actriz:
"Sarah no es un ser, sino un conjunto de seres. Podría meterse en un convento, inocularse la rabia, descubrir el Polo, asesinar a un rey, casarse con un emperador negro: no causaría sorpresa"
Mientras que Heller, un biógrafo de Sarah completaba su perfil:
"Es una perpetua insatisfecha. Nunca consigue colmar sus deseos. Dominada constantemente por la impaciencia aspira a algo vagamente absoluto que la fascina irresistiblemente. Sus aventuras sentimentales y sus éxitos artísticos le dejan una sed insaciable de perfeccionamiento. No regula sus caprichos. Los combate satisfaciéndolos siempre. Se embriaga con champaña cuando quiere sentirse dominada por una alegría loca. Se entrega a largas excursiones por el campo. En su casa instala una auténtica casa de fieras y se rodea de un ambiente de constantes excentricidades"
La impresión que Sarah Bernhardt dejó en sus contemporáneos debió ser formidable. Mark Twain dijo en cierta ocasión que había cinco clases de actrices: "Las buenas, las malas, las regulares, las grandes actrices y… Sarah Bernhardt", Oscar Wilder escribió para ella "Salomé", Marcel Proust la convirtió en "Berma" en su obra "En busca del tiempo perdido" y Sigmund Freud, tras verla actuar en "Theodora" nunca pudo separarse de una foto suya que lucía en su consulta y le dedicó las siguientes palabras:
"No puedo decir mucho de la obra, pero esta Sarah, ¡cómo actuaba! Desde el momento en que escuché sus primeras líneas, pronunciadas con su voz vibrante y adorable, tuve la sensación de que la conocía desde hacía años. Ninguna de las líneas que interpretó me podía sorprender, creí inmediatamente todo lo que dijo. El más pequeño centímetro de este personaje estaba vivo y me encantó. Y luego, estaba la manera en que ella tenía que halagar, implorar, abrazar. Sus posturas increíbles, la manera en el que guarda silencio, y en el que cada una de sus extremidades y cada uno de sus movimientos juegan un papel para ella! ¡Criatura extraña! Es fácil para mí imaginar que no tiene necesidad de ser diferente en la calle de lo que es en el escenario!"
Como toda actriz con una larga carrera, tuvo que luchar contra el paso de los años, y esa condena de intentar abordar cuando, ya no es creíble, papeles de jovencita, la reseñaba un periodista de la época así:
"Sarah entra en su rico, elegante y cómodo camerino al menos tres horas antes de comenzar el espectáculo y allí se recluye con su robusta y fiel doncella, que además es una excelente masajista. Sarah se entrega, gimiente, a los formidables golpes; tal vez grita de dolor mientras la fámula la amasa y le aplasta la nuca con sus gruesos pulgares, y le tensa la carne de los omóplatos, y le pellizca las caderas, y le mete los puños en los costados, y después le toma la piel del estómago y la retuerce, la enrolla, la alisa y la empuja hacia las costillas y hacia la pelvis. (...) Concluido el masaje, es necesario e indispensable desnudarla, por lo que la doncella toma a Sarah y la arroja a una bañera de agua helada. El frío le atraviesa los huesos, le coagula la sangre, le hace dar diente con diente. El caso es que tantas veces como tiene ella la sensación de convertirse en una jovencita otras tantas tiene de morir. (...) Pero se trata de un remedio soberano contra las arrugas. Y, luego de la inmersión helada, la camarera restriega el cuerpo de su señora con un guante de crines impregnado de alcohol, le da fricciones con una toalla de tela gruesa y por fin la perfuma. Después, todavía le quedaba una hora de trabajo de maquillaje y caracterización"
Entre las extravagancias y rarezas de la actriz se encontraba la de hacerse acompañar en sus desplazamientos por un ataúd, al parecer para ir acostumbrándose a la idea de la muerte, de hecho incluso algunas veces dormía en él, tal como se la ve en la fotografía de abajo, además tenía un esqueleto al que llamaba Lázaro y una calavera sobre cuya frente Victor Hugo le escribió unos versos.
Algunas frases de la actriz:
"La vida es corta, incluso para aquellos que viven mucho tiempo, y debemos vivir por los pocos que nos conocen y aprecian, que nos juzgan y absuelven, y por quienes tenemos el mismo afecto e indulgencia. El resto lo veo como una mera multitud, animada o triste, leal o corrupta, de quien no se puede esperar nada más que emociones fugaces, agradables o desagradables, que no dejan rastro detrás de ellas"
"El que es incapaz de sentir fuertes pasiones, de ser sacudido por la ira, de la vida en todos los sentidos de la palabra, nunca va a ser un buen actor"
"El ser inteligente hace del egoísmo una virtud; el necio la convierte en vicio"
Parte de las anécdotas y apuntes están tomados del recomendable libro "Los poderes de Venus" de Alicia Misrahi.
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Charles Bukowski, el "outsider" por excelencia, era un ser autodestructivo que, sorprendentemente, desde la demolición de su propia persona fue capaz de crear un universo literario totalmente nuevo, aliándose con la verdad desnuda, cruda e impactante con la que golpeaba en sus lectores de forma brillante y contundente. Hoy es un dios de la literatura, en vida solo quería escribir y abrazarse a la botella y a las mujeres, sin simulaciones, sin máscaras, irreverente con lo establecido, viviendo su vida y sus quebrantos sin más. El borracho más lúcido y lucido de la historia. Dejamos algunas frases suyas sobre el hábito de beber, pero si alguien leyéndolas puede llegar a pensar que es el camino de alcanzar la genialidad, que tenga muy presente la frase que Bukowski eligió como epitafio en su tumba "Don`t Try" (No lo intentes):
"Beber es algo emocional. Te sacude frente a la estandarización de la vida de todos los días, te lleva fuera de eso que es lo mismo siempre. Tira de tu cuerpo y de tu mente y los arroja contra la pared. Tengo la impresión de que beber es una forma de suicido en cual se te permite regresar a la vida y comenzar de nuevo al día siguiente. Es como matarte a ti mismo y después renacer. Creo que hasta ahora he vivido diez o quince mil vidas."
"Ese es el problema de beber, pensaba, mientras me servía un trago. Si algo malo pasa, bebes para intentar olvidar; si algo bueno pasa, bebes para celebrar; y si nada pasa, bebes para que hacer que algo pase." (Mujeres - 1978)
"Emborracharse era bueno. Decidí que siempre me gustaría emborracharme. Aparta lo obvio y tal vez, si lo obvio está suficientemente lejos, no te vuelves obvio para ti mismo." (La senda del perdedor - 1982)
"Cuando bebes el mundo aún está ahí afuera, pero en ese momento no te tiene cogido del cuello." (Factotum - 1975)
"Yo creo en el alcohol, pero hay que estar en buena forma para poder beber. Tomo buenos vinos, me gusta ser bueno con mi estómago, si soy bueno con él, él es bueno con mi mente, mi mente es buena con mi espíritu y mi máquina de escribir es buena conmigo"
"Hay tristeza en la mano que sostiene la lata de cerveza, hay tristeza hasta en la suciedad debajo de las uñas, y la mano es como la mano de una máquina y, aun así, no lo es… se curva por completo (un esfuerzo mágico) alrededor de la lata como las raíces que dan vida al gladiolo y lo elevan a las alturas, y la cerveza se cuela en mí. (Elaborada y envasada en...)
"Me gusta cambiar de licorería con frecuencia porque los empleados aprenden tus hábitos si vas día y noche y compras en gran cantidad. Puedo verlos peguntándose por qué todavía no estoy muerto, y eso me hace sentir incómodo. Probablemente no piensen nada de eso, pero un hombre se vuelve paranoico cuando tiene 300 resacas al año." (Mujeres - 1978)
A Theda Bara le llegó su oportunidad en el cine a destiempo. En aquellos albores del cine, en los que las actrices rara vez superaban los 25 años, ella, rebasados ya los 30, supo encandilar con su personalidad a los mandamases cinematográficos y estos se decidieron a lanzarla al estrellato, eso si, con los debidos retoques previos. La actriz se llamaba en realidad Theodosia Burr Goodman y había nacido en un lugar tan poco exótico como la ciudad de Cincinnati. Con la idea de prefabricar un mito, la convirtieron en Theda Bara, un anagrama de "Arab Death", o lo que es lo mismo "Muerte Árabe". Por supuesto, para hacerla pasar por más joven, habría nacido cinco años después de la fecha real, en pleno desierto del Sahara y fruto del amor entre una concubina egipcia y un artista francés. Arroparon la historia de que era una chica peligrosa con la afirmación de que dominaba misteriosos rituales de magia oriental con los que era capaz de hechizar a cualquier hombre. Y el caso es que la historia fue del gusto del público, es más, todo un exitazo.
Y de esta manera Theda Bara se convirtió en la primera "vampiresa" o "mujer fatal" de la historia del cine, una actriz que era capaz de levantar con su primitivo erotismo, las más calenturientas pasiones en sus fans, por más que en la actualidad nos pueda parecer imposible con esa mirada suya tan triste. Pero las cosas son como son y en cierta ocasión, la actriz recibió desde Shanghái la carta de un admirador que le hacía la siguiente petición:
"Honorable señora Bara: Por favor, envíeme por correo su honorable retrato a la mayor brevedad. Le ruego que en el mismo aparezca tan honorablemente desnuda como le sea posible. Gracias"
Y es que, sabiendo pedir las cosas, educadamente.... no hay nada imposible.
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