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lunes, 15 de agosto de 2022

El ataúd de Sarah Bernhardt y otros apuntes

 

"El primer beso, sabedlo, no se da con la boca, sino con los ojos" (Sarah  Bernhardt)

"Sarah era maravillosa y terrible. Oh, verla y escucharla, una criatura salvaje, una gacela con la fascinación y la furia de una hermosa pantera, riendo en francés musical, gritando con verdadero grito de pantera, sollozando y suspirando como un ciervo solloza, herida de muerte... No es bonita, su voz no es dulce, pero es la encarnación de la emoción salvaje que compartimos con todos los seres vivos..."

Así describía D.H. Lawrence a Sarah Bernhardt tras verla interpretar "La dama de las Camelias". Por su parte, un crítico apuntaba sobre la actriz:

"Sarah no es un ser, sino un conjunto de seres. Podría meterse en un convento, inocularse la rabia, descubrir el Polo, asesinar a un rey, casarse con un emperador negro: no causaría sorpresa"

Mientras que Heller, un biógrafo de Sarah completaba su perfil:

"Es una perpetua insatisfecha. Nunca consigue colmar sus deseos. Dominada constantemente por la impaciencia aspira a algo vagamente absoluto que la fascina irresistiblemente. Sus aventuras sentimentales y sus éxitos artísticos le dejan una sed insaciable de perfeccionamiento. No regula sus caprichos. Los combate satisfaciéndolos siempre. Se embriaga con champaña cuando quiere sentirse dominada por una alegría loca. Se entrega a largas excursiones por el campo. En su casa instala una auténtica casa de fieras y se rodea de un ambiente de constantes excentricidades"

La impresión que Sarah Bernhardt dejó en sus contemporáneos debió ser formidable. Mark Twain dijo en cierta ocasión que había cinco clases de actrices: "Las buenas, las malas, las regulares, las grandes actrices y… Sarah Bernhardt", Oscar Wilder escribió para ella "Salomé", Marcel Proust la convirtió en "Berma" en su obra "En busca del tiempo perdido" y Sigmund Freud, tras verla actuar en "Theodora" nunca pudo separarse de una foto suya que lucía en su consulta y le dedicó las siguientes palabras:

"No puedo decir mucho de la obra, pero esta Sarah, ¡cómo actuaba! Desde el momento en que escuché sus primeras líneas, pronunciadas con su voz vibrante y adorable, tuve la sensación de que la conocía desde hacía años. Ninguna de las líneas que interpretó me podía sorprender, creí inmediatamente todo lo que dijo. El más pequeño centímetro de este personaje estaba vivo y me encantó. Y luego, estaba la manera en que ella tenía que halagar, implorar, abrazar. Sus posturas increíbles, la manera en el que guarda silencio, y en el que cada una de sus extremidades y cada uno de sus movimientos juegan un papel para ella! ¡Criatura extraña! Es fácil para mí imaginar que no tiene necesidad de ser diferente en la calle de lo que es en el escenario!"

Como toda actriz con una larga carrera, tuvo que luchar contra el paso de los años, y esa condena de intentar abordar cuando, ya no es creíble, papeles de jovencita, la reseñaba un periodista de la época así:

"Sarah entra en su rico, elegante y cómodo camerino al menos tres horas antes de comenzar el espectáculo y allí se recluye con su robusta y fiel doncella, que además es una excelente masajista. Sarah se entrega, gimiente, a los formidables golpes; tal vez grita de dolor mientras la fámula la amasa y le aplasta la nuca con sus gruesos pulgares, y le tensa la carne de los omóplatos, y le pellizca las caderas, y le mete los puños en los costados, y después le toma la piel del estómago y la retuerce, la enrolla, la alisa y la empuja hacia las costillas y hacia la pelvis. (...) Concluido el masaje, es necesario e indispensable desnudarla, por lo que la doncella toma a Sarah y la arroja a una bañera de agua helada. El frío le atraviesa los huesos, le coagula la sangre, le hace dar diente con diente. El caso es que tantas veces como tiene ella la sensación de convertirse en una jovencita otras tantas tiene de morir. (...) Pero se trata de un remedio soberano contra las arrugas. Y, luego de la inmersión helada, la camarera restriega el cuerpo de su señora con un guante de crines impregnado de alcohol, le da fricciones con una toalla de tela gruesa y por fin la perfuma. Después, todavía le quedaba una hora de trabajo de maquillaje y caracterización"

Entre las extravagancias y rarezas de la actriz se encontraba la de hacerse acompañar en sus desplazamientos por un ataúd, al parecer para ir acostumbrándose a la idea de la muerte, de hecho incluso algunas veces dormía en él, tal como se la ve en la fotografía de abajo, además tenía un esqueleto al que llamaba Lázaro y una calavera sobre cuya frente Victor Hugo le escribió unos versos. 

Algunas frases de la actriz:

"La vida es corta, incluso para aquellos que viven mucho tiempo, y debemos vivir por los pocos que nos conocen y aprecian, que nos juzgan y absuelven, y por quienes tenemos el mismo afecto e indulgencia. El resto lo veo como una mera multitud, animada o triste, leal o corrupta, de quien no se puede esperar nada más que emociones fugaces, agradables o desagradables, que no dejan rastro detrás de ellas"

"El que es incapaz de sentir fuertes pasiones, de ser sacudido por la ira, de la vida en todos los sentidos de la palabra, nunca va a ser un buen actor"

"El ser inteligente hace del egoísmo una virtud; el necio la convierte en vicio"

Parte de las anécdotas y apuntes están tomados del recomendable libro "Los poderes de Venus" de Alicia Misrahi.

Imágenes: De Wikimedia Commons - Dominio Público - (CC0) - Img 1 - Img 2

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