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jueves, 28 de noviembre de 2024

Un Van Gogh para la ventana rota de un gallinero

 

Tras el suceso en el que Van Gogh, el día previo a la Navidad de 1888, se seccionó su oreja izquierda con una navaja de afeitar, fue atendido por el Doctor Félix Rey en el hospital de Arlés, quien posteriormente se dedicó durante un tiempo a procurarle la medicación y cuidados que le eran precisos al pintor. Van Gogh, siempre una persona agradecida, le regaló un retrato al galeno quien, a pesar de no quedar muy satisfecho con la pintura la aceptó cortésmente, sobre todo para no alterar a un ser tan inestable como era en aquellos momentos el pintor. Félix Rey siempre mantuvo que el cuadro, ahora considerado uno de los mejores retratos firmados por Van Gogh, le pareció ridículo y horroroso; no podía entender que su barba luciese verde o los reflejos de color rojo que había dado a su pelo. Van Gogh solo vendió un cuadro en vida, su arte era totalmente incomprendido, demasiado revolucionario y evidentemente la familia del doctor tampoco entendió aquel retrato que de inmediato, y seguro que con alguna sonrisilla, terminó en el desván de la casa. Cuando uno de los cristales de una ventana del gallinero la vivienda se rompió, la madre del médico encontró la utilidad perfecta para aquella inservible pintura y la colocó para tapar el hueco dejado por el cristal roto y así, en estas singulares circunstancias, quedó el cuadro que ahora se manipula con guantes para evitarle el más mínimo daño, durante diez largos años.

En 1900, diez años después de la muerte de Van Gogh, este ya era un pintor cotizado y un artista marsellés se buscó las maneras para contactar con el médico que había cuidado y conocido a Vincent de quien era todo un entusiasta admirador. Allí supo del retrato y de los "exquisitos cuidados" que se le estaba dando en el gallinero a la que ya era obra de un artista reconocido y alertó al médico de que podrían conseguir algún dinero por la pintura. Aun con dudas, buscaron otra solución para el cristal roto y limpiaron como pudieron el retrato para después contactar con el marchante Ambroise Vollard, quien a la vista de la obra ofreció unos "suculentos" 50 francos por ella, cantidad que al padre del médico le pareció una enormidad para "semejante birria", pero el doctor, valiente en lo que él entendía un órdago a la grande, pidió 150 francos, que prontamente le fueron pagados. No mucho después el cuadro que ahora luce maravillosamente en el Museo Pushkin de Moscú, fue comprado por miles de francos. 

El doctor Félix Rey, que vivió hasta 1952, siempre mantuvo su idea de que la fama y el valor dado a la obra de Van Gogh eran todo un fraude. Espero que para el diagnóstico médico tuviera mejor tino.

Imagen: De Wikimedia Commons donde figura como Dominio Público (CC0) - Fuente Original

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