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miércoles, 2 de diciembre de 2020

Pablo de Sarasate: "El violín de Europa"

En España siempre hemos sido muy dados a olvidar nuestro pasado y a las grandes figuras que por el transitaron. Hoy, más allá de los aficionados a la música clásica pocos sabrán de la importancia del violinista pamplonica Pablo de Sarasate, sin duda el mejor de los violinistas españoles y para no pocos el segundo mejor del mundo después del incomparable Paganini. Su prestigio llegó a ser tal que fue conocido como "El violín de Europa". Ciertamente, hoy su figura queda algo diluida por pertenecer a una época en la que los registros fonográficos eran escasos y de poca calidad (falleció en 1908) y sin embargo, las crónicas de su portentosa maestría con el violín por compositores como Max Bruch, Édouard Lalo o Camille Saint-Saëns, que le dedicaron algunas de sus mejores composiciones, no dejan lugar a la duda. 

Fue tanta la fama alcanzada por el violinista, que hasta Arthur Conan Doyle haciéndose eco de los conciertos dados por el violinista en Londres, hizo que su sagaz Sherlock Holmes, aficionado al violín, detuviera  una de sus investigaciones en "La liga de los pelirrojos"  para que su personaje pudiera acudir presto a uno de aquellos insuperables conciertos. Sarasate fue un niño prodigio que desde muy pequeño dejaba boquiabierto a todo aquel que le escuchaba. Muy pronto fue capaz de abordar dificultades con el violín, que su padre, músico militar, daba por imposibles. Como muestra de su precoz talento se cuenta que con aproximadamente 10 años, encontrándose ya becado por la Condesa de Espoz y Mina para ampliar sus estudios en Madrid y siendo ya motivo de elogios en la Corte, el sagaz comerciante de una pastelería, estaba siempre atento al momento en el que el pequeño Sarasate pasaba por delante de su tienda con su violín camino de sus prácticas, instante en el que aprovechaba para invitarle a dulces a cambio de que tocara su violín en el interior de la tienda, lo que servía para atraer numerosa clientela. Sarasate debía pirrarse por los dulces y caramelos porque aquella parada se hizo habitual durante algún tiempo para disfrute del niño, del comerciante y de los clientes. 

A los doce años ya estaba becado por la reina Isabel II para estudiar en el Conservatorio de Paris y tan solo un año después ganó el Primer Premio de Violín de esa elitista institución. La prensa parisina diría aquel día del joven Sarasate: “Raramente hemos encontrado en un instrumentista igual exactitud y pureza de sonido; su manera de decir está a la altura de su ejecución: nos hemos limpiado repetidas veces los anteojos para convencernos de que era él solo quien tocaba… verdaderamente eran suyos aquellos staccatos, arrancados con una limpidez y pureza que ningún otro artista podría obtener”.

Su forma de tocar era única, tanto que Carl Flesh, en su obra "El arte del violín" (1923) decía de él: "Arrastra al público a la estupefacción, la admiración y el éxtasis en su mayor grado"…"Es el padre de la técnica violinística moderna". Pero no solo fue un gran violinista, resultó también un talentoso compositor que dejó un buen ramillete de obras propias, muchas de corte folclórico (zorcicos, jotas, aires andaluces, danzas...) y muy apreciadas en la actualidad por la frescura y genialidad de su concepción. Unas obras que  por su belleza y las oportunidades de lucimiento que ofrecen siguen muy presentes en el repertorio de los mejores violinistas actuales.

Sarasate sentía un amor infinito hacia sus violines. Aunque tenía 2 Stradivarius, uno de ellos regalo de la reina Isabel II, para los conciertos su favorito era un violín del lutier veneciano Guadagnini, cuyos instrumentos eran conocidos como "El stradivarius de los pobres". Tanto celo tenía por que no sufrieran daño alguno sus violines que con ocasión de un incendio en un Hotel de San Sebastián en el que se alojaba, cuando el también violinista Clemente Ibarguren, entró en su habitación alertándole del peligro, Sarasate, despavorido, solo acertó a levantarse de un salto y cogiendo del brazo a Ibarguren le dijo: "Coja usted mis violines y váyase como un rayo a la calle". Ibarguren que estaría a medio vestir, le dijo: "Ahora mismo, pero voy a ponerme los pantalones". Sarasate, presa de los nervios, fue expeditivo: "Salga usted a la calle con mis violines, aunque sea en cueros".

La consideración que deberíamos seguir teniendo por su persona es la misma que en su día le expresó un barbero, que sin conocerle personalmente y sin saber quien le reclamaba acudió a darle servicio en un hotel. Cuando empezaron a hablar del reciente concierto de violín que Sarasate había dado en aquella ciudad. El barbero dijo: "¡Pocos deseos que tenía yo de escuchar a un artista tan grande!". Sarasate, viendo que el barbero no le reconocía y hablaba con sinceridad, le contestó: "¿Pero tantas ganas tenía de oírle?"  - "¡Muchísimas! -apostillo el barbero- Ese hombre es una gloria nacional que en todo el mundo hace que se hable bien de nosotros y los hombres debemos ser agradecidos." Sarasate se incorporó, fue a buscar su violín y allí mismo le dijo al sorprendido barbero: "Pues amigo mío, ahora mismo va usted a oírle. Ahora puede decir a sus paisanos que ha oído a Sarasate, que ha tocado para usted solo y... de balde"

Sarasate falleció en 1908 a los 64 años. En su testamento legó uno de sus violines Stradivarius y 25 000 francos al Conservatorio de Madrid para la organización de un premio que llevara su nombre, un evento que con el tiempo terminaría convirtiéndose en el Premio Nacional de Violín.

Para terminar de perfilar su figura, veamos lo que de su persona decían en Europa algunas luminarias de la Música Clásica:

“El público se volvía loco en todas partes. Nunca he experimentado nada parecido. Si se me permite usar la expresión “volverse loco”, tengo que decir que me volví loco con Pablo.” (Max Bruch)

“Lo he escrito (Segundo concierto  para violín de Bruch) por requerimiento de Sarasate y expresamente para él. Las principales ideas de la obra nacieron del entusiasmo que ha hecho nacer en mí la indecible perfección con la que él ha realizado el primer concierto”. Y años más tarde escribiría: “Cuando pensé ayer vivamente en Sarasate y resurgía en mí el arte maravilloso de su manera de tocar, me sobrevino de repente un raptus, y me puse a escribir en una sola noche, casi la mitad de la Fantasía Escocesa”. (Max Bruch)

“Tu aparición en mi vida ha sido la más grande fortuna de este artista; sin ti yo hubiera continuado escribiendo mis insignificantes producciones… Gracias a ti ha nacido el concierto; yo dormía, tú al despertarme me lo has revelado. Con el Concierto comienza una nueva etapa en mi vida y durante ella iré hasta el fin de mi Roi d’Is pasando por la Sinfonía Española y el Concierto de violonchelo”. (Edouard Lalo)

"Quienes asistían entonces a mis soirées musicales de los lunes no han olvidado la brillantez de mi ilustre amigo; era tal su resplandor que durante varios años ningún otro violinista aceptó tocar en mi casa. Todos estaban asustados ante la idea de enfrentarse a la comparación. Y él no sólo brillaba allí por su talento, sino también por su espíritu y por la elocuencia inagotable de su conversación, siempre interesante y sabrosa”. (Camille Saint-Saëns)

“Fijaba su mirada más allá de las cabezas del público y daba la impresión de que estaba ausente, como si la música que tocaba no fuera con él”. (Joseph Szigeti)

“Tocando, sin caer en comparaciones ridículas y fuera de lugar entre artistas de fama mundial, puede decirse que ha sido una de las más grandes personalidades que ha tenido el violín. Todos los demás son fruto de una escuela, pero Sarasate tocaba como nadie lo había hecho hasta entonces ni lo hizo después. Tal vez era debido a que nunca estuvo mucho tiempo bajo la misma tutela. En París trabajó hasta los doce años con D’Alard y luego siguió a impulso de su propia personalidad. Una de sus cualidades era el sonido, de una pureza que no he vuelto a oír jamás. A esto se unía una poesía infinita y una gran placidez. En lo sereno, en lo lírico, fue insuperable; la gracia de su temperamento esa esencialmente viril y fuerte, aunque tamizada por la gentileza y la galanura francesas”.  (Enrique Fernández Arbós violinista concertino de la Filarmónica de Berlín y de la Sinfónica de Boston, profesor del Royal College of Music del Londres y director de las orquestas sinfónicas de Boston y Madrid)

"Sarasate enseño a la gente como se toca afinado”. (Eugéne Ysaÿe)

Entre las muchas piezas compuestas por Sarasate destaca el "Zapateado" de sus Danzas Españolas, en este caso interpretado por la estupenda violinista Midori Gotō:

Fuente de las citas: https://www.deviolines.com/pablo-de-sarasate/

Imágenes: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Imagen 1 - Imagen 2 - Imagen 3 

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