No creo que sea posible encontrar una persona que no se quede boquiabierta ante la contemplación de esta bella escultura de Gian Lorenzo Bernini, el "Apolo y Dafne" (1625) que se exhibe en la Galería Borghese de Roma. Su dinamismo, el grado de detalle del pelo, las hojas que crecen de los dedos de Dafne o la expresión de horror de esta última nos harán dudar de que aquella obra maestra un día estuviera oculta en un frío bloque de mármol y por supuesto nos hablará de la enorme maestría de Bernini a la hora de trabajar la piedra. Pero la escultura cuenta una historia, que trascendiendo el hecho mitológico, tiene ecos en nuestros días en el mundo del deporte y que tiene que ver con la celebración de las victorias y las coronas de laurel. Cuenta la leyenda, recogida por Ovidio en su Metamorfosis, que Apolo menospreció la destreza de Eros, el Cupido romano, con el arco:
"Dime, joven afeminado: ¿qué pretendes hacer con esa arma más propia de mis manos que de las tuyas? Yo sé lanzar las flechas certeras contra las bestias feroces y los feroces enemigos. [...] Conténtate con avivar con tus candelas un juego que yo conozco y no pretendas parangonar tus victorias con las mías"
Eros, el mensajero del amor, no se tomó nada bien las palabras del arrogante Apolo y se decidió a darle un escarmiento. Con la destreza con el arco que le era propia, lanzó una flecha de oro a Apolo que le provocaría el amor inmediato y a la vez una flecha de plomo a Dafne que le haría sentir el más absoluto rechazo. Cuando Apolo estuvo frente a Dafne se sintió evidentemente herido de amor y de pasión por aquella hermosa ninfa y empezó a perseguirla y a rogarle que se quedara a su lado mientras que esta, poseída por el efecto contrario, empezó a huir de su lado. Apolo pidió ayuda a los Dioses para poder alcanzarla y lograr culminar su amor, lo que le fue concedido, momento en el que Dafne, al verse que iba ser atrapada sin remedio por Apolo, pidió igualmente ayuda a su padre, el rio Peneo, el cual a fin de proteger a su hija de las ansias del Dios decidió convertirla en laurel. Así, la escultura refleja el momento en que Apolo alcanza a Dafne, justo en el preciso instante en que ella empezaba a transformarse en árbol, tornándose su suave piel en dura corteza mientras sus pies echaban raíces hincándose en el suelo y sus manos se llenaban de ramas y hojas. Apolo desconsolado se abrazó a aquella mujer que ya no era más que un árbol y echándose a llorar decía:
"Puesto que no puedes ser mi mujer, serás mi árbol predilecto y tus hojas, siempre verdes, coronarán las cabezas de las gentes en señal de victoria."
Desde entonces, como quería Apolo, las coronas de laurel ciñen las sienes de las personas que logran subir a lo más alto en el deporte y también en otras facetas de la vida. Apuntar que en griego la palabra Daphne significa "laurel".
De complemento os dejo un soneto (el nº XIII) de Garcilaso de la Vega sobre este mito:
A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraban;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que al oro oscurecían.
De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban;
los blancos pies en tierra se hincaban,
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
el árbol que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado, oh mal tamaño,
que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón por que lloraba!
Imagen: La fotografía, obra de "Architas", esta tomada de los fondos de Wikimedia Commons donde figura habilitada su reproducción al ampararse en una licencia de derechos Creative Commons Atributión - Share Alike 4.0 (CC BY-SA 4.0). Ser enlaza la fuente original donde se da detalle por extenso de todos sus derechos:
https://es.wikipedia.org/wiki/Apolo_y_Dafne#/media/Archivo:Apollo_and_Daphne_(Bernini).jpg