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domingo, 13 de julio de 2025

La extraña visita de Hemingway a un moribundo Pío Baroja

 

Encontrándose ya Pío Baroja gravemente enfermo y cercana la muerte, fue a visitarlo a su domicilio el ya por entonces Premio Nobel de Literatura Ernest Hemingway, gran admirador de su obra. Julio Caro Baroja, sobrino de Don Pío, se refirió al encuentro de forma breve en su obra "Los Baroja":

"Antes, en septiembre, tuve el aviso de que Hemingway quería hacerle una visita. Advertí al que me comunicó esto que el tío no conocía a nadie. Hemingway se presentó con Castillo Puche (...) Le pasé al cuarto y estuvo un rato. El fotógrafo sacó la imagen del escritor norteamericano sentado junto a mi tío en la cama, con su gorro blanco, sin expresión. Mi tío no se enteró de la visita, como tampoco de que Hemingway dejó una botella de whisky y una labor de punto. Yo apenas hablé con él, ni con Castillo Puche. Las anécdotas entonces no sólo no me interesaban, sino que me molestaban. Entonces mi preocupación fundamental era que se dejara morir a mi tío tranquilamente."

Pero, José Luis Castillo-Puche, escritor y biógrafo de Hemingway, puede que más atento a la anécdota del momento relató el encuentro años después en Hemingway entre la vida y la muerte”, fuente de la que se hace eco Cesar Cervera en un artículo de ABC y que es la que  seguiremos ampliamente en esta entrada. Señalaba Castillo-Puche que el autor de "El viejo y el mar" acudió a visitar a Pío Baroja de la forma más respetuosa posible:

"Lo más curioso de todo es que nunca he visto, ni en vivo ni en retrato, a un Hemingway como el de aquel día. El hombre que rompía con todos los convencionalismos y a quien nadie era capaz de sujetar a ninguna etiqueta, ni siquiera la propia Mary (última esposa de Ernest Hemingway) se presentó con un traje grave, peinado casi como un niño un poco travieso, con corbata y muy circunspecto. Desde el primer momento le dio a la visita no sólo la solemnidad, sino la trascendencia que tenía"

Hemingway se presentó en el dormitorio de Pío Baroja, tan humilde como la celda de un monje, y encontró a un Baroja totalmente abstraído, sumido en los pensamientos propios de alguien que se encuentra en tan difícil trance. Parece que Baroja reaccionó vagamente a la visita y "Con voz cavernosa, pero con cierto acento de gratitud, aunque sin perder su natural desenfado, comentó:

«—Caramba, ¿y a qué viene ese tío?".

Hemingway se acercó a la cama de un muy debilitado Baroja y quiso estrecharle la mano, se acomodó en una silla e inclinándose sobre el enfermo, dando la impresión de que casi se ponía de rodillas le dijo:

"Don Pío, yo estoy aquí, pero hubiera querido siempre venir antes, porque todos tenemos motivos de gratitud con usted, yo he ido siempre de allá para acá y aunque uno es casi un aventurero no olvida, y yo no olvido que usted ha sido el maestro para muchos jóvenes y yo he aprendido, como muchos jóvenes, de usted y estoy seguro de que usted hubiera merecido el Premio Nobel, antes que yo y que muchos, y  lo lamento de verdad porque lo merece, pero usted ha sido y es un gran ejemplo y es un testimonio grande, por eso yo quiero dedicarle este libro mío (Adiós a las armas) como a quien me ha enseñado tanto en esto de escribir, que todos somos aprendices, y por eso me siento confuso en este momento. Porque esta cosa del Premio Nobel es verdad que antes se la debieron de dar a usted y a otros escritores españoles, también maestros, Miguel de Unamuno, Valle Inclán..." (hay quien incluye a Azorín y Antonio Machado en los nombres mencionados por Hemingway).

En ese momento parece que Pio Baroja, se giró un poco en la cama, como si hubiera perdido un tanto el interés por "aquel gigantón que se inclinaba hacia él como un alumno sumiso y asustado", mientras susurraba un lacónico: "¿Usted cree...?". Hay quien indica que lo que dijo fue: - Bueno, basta, basta, que como siga Ud. repartiendo el Premio así vamos a tocar a muy poco.

La visita, no dio para mucho más. "Ahí estaba más que fulminado, barrido, él que había sido el gran escobón de la literatura española. Todo transcurría emocionadamente y hasta el mismo silencio de don Pío, cuando los demás decíamos vaguedades o tonterías, daba al acto una elocuencia insospechada. Ernest se mantenía doblado y conmovido"Antes de marcharse Hemingway le dejó unos presentes: una bufanda, unos calcetines y una botella de whisky, una bebida que al parecer no era del agrado de Baroja: "Si don Pío alguna vez había tomado algún whisky había sido casi por fuera de la botella, oliéndolo tan solo"Don Pío miró aquellos regalos con elegante gratitud y al mismo tiempo con indiferencia.

«—Está bien, está bien —repetía».

Hemingway dudaba si aquellos presentes, junto al libro que le había dedicado, serían poca cosa, por lo que le preguntó a su amigo Castillo-Puche:

"—Si tú crees que es poco, me lo dices y le dejo mi reloj, este reloj —y comenzó a quitárselo de la muñeca, añadiendo—: Es un reloj que me ha acompañado la parte más hermosa de mi vida". Incluso parece, que preocupado por el estado del escritor llegó a plantearse darle unos cuantos «billetes grandes» por si el dinero podía ayudarle en su situación.

Pío Baroja, tan ocupado en morirse como estaba, mostró durante todo el encuentro una gran perplejidad ante aquella visita, mientras Hemingway se mostró cabizbajo y contraído frente a la vejez y la muerte, temas que tanto le aterraban.

"Ernest y don Pío se habían juntado en el punto básico de las decepciones, porque en realidad, aunque Ernest todavía era un luchador, se podía notar que empezaba a no estar en forma o por lo menos que llevaba ya en las alas el presentimiento del plomo, mientras don Pío era un vencido sin desesperación. Allí presentes, don Pío era el clásico y Ernest el romántico".

Cuando se marcharon, al fin, bajando por las escaleras, Hemingway y Castillo-Puche se pararon a charlar sobre la reunión:

«—Me alegro mucho de haber venido.

—Ya sabía yo que te alegrarías –contestó Castillo-Puche.

—No estoy arrepentido de haber venido. Si acaso de no haber venido antes o de no poder hacer nada por el viejo. Lo que sí te digo también —y puso mucha atención en la palabra y en el gesto— es que esta visita me ha hecho bastante daño aquí —y se puso la mano sobre el corazón».

Pio Baroja falleció pocos días después. Hemingway estuvo también presente en su entierro. Como siempre, el talento de los nuestros es más valorado y reconocido fuera de nuestras fronteras que dentro. Nada nuevo.

Fuente: ABC: La verdad sobre la triste visita de Hemingway a Pio Baroja... - Autor Cesar Cervera
Imagen: Tomada de esta página 

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