“Todo ser humano es un payaso, pero solo unos pocos tienen el coraje de demostrarlo.” (Charlie Rivel)
El gran payaso, mimo y trapecista Charlie Rivel (nombre artístico de Josep -Pepe- Andreu i Lasserre) adoptó el nombre de Charlie tras hacerse famoso con un número circense en el que imitaba a Charlot sobre el trapecio, tal era la admiración que sentía por Charlie Chaplin. Según se cuenta en algunas biografías de Charlie Rivel, siendo este aún bastante joven, ganó un concurso de imitadores de Charlot, en el que incluso habría participado de forma anónima Charlie Chaplin, quedando este último solamente tercero. La leyenda cuenta que Chaplin se habría acercado a Rivel en la entrega de premios, momento que aprovechó para decirle al oído: ¿Es usted quien me imita a mí o soy yo quien le imita a usted?
Según Rivel “La tristeza y la alegría son hermanas gemelas que conviven en el alma del payaso.” En línea con esta frase hay otra famosa anécdota de este payaso de fama mundial que cuenta como un niño muy pequeño, en la primera fila del público de un circo, empezó a llorar de forma muy sonora cuando nuestro payaso salió a escena. Puede que nunca hubiera visto antes un clown y asustado por el maquillaje reaccionó de esa manera. Como el espectáculo debía comenzar y el escándalo que tenía montado el chiquillo lo impedía, Rivel se acercó a este para intentar calmarlo con una caricia, pero desafortunadamente lo que provocó fue el efecto contrario, y el pequeño infante redobló la intensidad de su llanto. Nuestro protagonista, curtido ya en mil batallas con el público infantil: “Ser payaso no es poner una nariz roja, es saber escuchar el alma de quien te mira” decía, decidió ponerse a llorar igual que el niño en el centro de la pista. Cuando el niño vio a aquel extraño y desconocido ser que llevaba la cara pintada de rojo, lloraba tan desconsolado como él, dejó de llorar de inmediato y con los ojos muy abierto observo como el todavía compungido payaso, puede que intercalando alguno de sus famosos ¡Aúúúúú! se acercaba nuevamente hasta él. El niño, mirándolo fijamente, se quitó el chupete de la boca y se lo dio a su compañero de penas. Rivel dejó en ese mismo instante de llorar, al mismo tiempo que el público rompió en aplausos ante tan maravillosa escena. El chupete todavía se conserva en el Museo Charlie Rivel de Cubelles.
Como decía el payaso : “El escenario es un lugar mágico donde las lágrimas pueden convertirse en sonrisas.”
El famoso llanto-aullido de Charlie Rivel, su socorrido ¡Aúúúúú!, parece que tiene su inspiración en uno de sus hijos, de quien contaba que cuando tenía algún contratiempo y entre llantos y sollozos intentaba hablar y explicarse no se le entendía nada, y cuando en su berrinche necesitaba coger aire le salía aquel famoso ¡Aúúúúú!, igual que todos los padres hemos visto en nuestros hijos. Rivel siempre atento a lo que le rodeaba, lo hizo suyo y ese lamento pasó a formar una parte importante de sus representaciones circenses, una seña de identidad que los niños sabían entender muy bien.
Imagen: De Wikimedia Commons - CC0 - Fuente Original
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