En la antigua Roma, los aspirantes a participar en la vida pública y en la gobernabilidad de las instituciones, se presentaban ante sus potenciales votantes vestidos con una túnica blanca y reluciente que llamara la atención de todos y que fuera símbolo de las cualidades morales que supuestamente atesoraba: su franqueza, su sinceridad, su lealtad y su pureza sin mancha. Algo así como las novias o los niños y niñas vestidos de primera comunión. Eran candidatos a una nueva situación, para con el gobierno de Roma, igual que las novias para con sus maridos o ante la Iglesia y Dios. Esa palabra de "Candidato", deriva de la palabra latina "Candidus" que denota el grado más brillante, resplandeciente, puro y luminoso de blanco, con mucha más fuerza y claridad que el "Albus" que era un blanco mate y sin brillo. Puede que por eso la palabra candidato fuera utilizada para la descripción de los héroes o los dioses y de todo aquello que por su pureza nos iluminara; de hecho palabras como candela, candelabro, candor, candente y muchas más tienen esa misma raíz.
Lo que me resulta curioso es que si bien las novias siguen llegando al Altar vistiendo de blanco impoluto igual que las niñas y niños en su Comunión, nuestro políticos, los candidatos por excelencia de nuestro presente, ya sean tirios o troyanos, cuando vienen unas nuevas elecciones suelen vestir de azul marino, de gris marengo o a lo más un gris perla.... Todo muy lejos del brillante y refulgente blanco de aquellas togas. Si la simbología cuenta no se puede negar que todo resulta ahora un tanto más oscuro y sombrío. A lo sumo, los "candidatos" de hoy tendrán un estallido temporal de sonrisas y amabilidad, darán la mano cordialmente a todo el mundo y harán promesas a diestro y a siniestro con la sana voluntad de arreglarlo todo. Y nosotros, como Cándidos que somos nos lo creeremos todo, pues un Cándido, palabra también derivada de "Candidus", no es si no una persona sencilla, ingenua y sin malicia ni picardía; o lo que es lo mismo una persona noble a la que se engaña sistemáticamente una y otra vez.
El cuadro es de Alma-Tadema y tiene por título: "El triunfo de Tito: los flavianos" (1885)
Fuente: A partir de una anécdota leída en "Historias de la historia" de Carlos Fisas
Imagen: De Wikimedia Commons - CC0 Dominio Público en su Fuente Original
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