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viernes, 22 de octubre de 2021

El "¡Dios ha muerto!" de Friedrich Nietzsche




¿No oísteis de aquel loco que en pleno día corría por la plaza pública con una linterna encendida, gritando sin cesar: ¡busco a Dios!? Como estaban presentes muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaron risa. ¿Se te ha extraviado? -decía uno-. ¿Se ha perdido como un niño? -preguntaba otro-. ¿Se ha escondido?, ¿tiene miedo de nosotros?, ¿se ha embarcado?, ¿ha emigrado? Y a estas preguntas acompañaban risas en el coro. El loco se encaró con ellos y, clavándoles la mirada, exclamó: "¿Dónde está Dios? Os lo voy a decir. Le hemos matado ; vosotros y yo, todos nosotros somos sus asesinos. Pero ¿Cómo hemos podido hacerlo? ¿Cómo pudimos vaciar el mar? ¿Quién nos dio la esponja para borrar el horizonte? ¿Qué hemos hecho después de desprender a la tierra de la caverna de su sol? ¿Dónde la conducen ahora sus movimientos? ¿Ahora la llevan los nuestros? ¿Es que caemos sin cesar? ¿Vamos hacia adelante, hacia atrás, hacia algún lado, erramos en todas direcciones? ¿Hay todavía un arriba y un abajo? ¿Flotamos en una nada infinita? ¿Nos persigue el vacío con su aliento? ¿No sentimos frio? ¿No veis de continuo acercarse la noche, cada vez más cerrada? ¿Necesitamos encender las linternas antes del mediodía? ¿No oís el rumor de sepultureros que entierran a Dios? ¿No percibimos aún nada de la descomposición divina?... Los dioses también se descomponen. ¡Dios ha muerto! ¡Dios permanece muerto! ¡Y nosotros le dimos muerte! ¿Cómo consolarnos, nosotros asesinos entre asesinos? Lo más sagrado, lo más poderoso que había hasta ahora en el mundo ha teñido con su sangre nuestro cuchillo. ¿Quién borrará esa mancha de sangre? ¿Qué agua servirá para purificarnos? ¿Qué expiaciones, qué ceremonias sagradas tendremos que inventar? La grandeza de este acto, ¿no es demasiado grande para nosotros? ¿Tendremos que convertirnos en dioses o al menos que parecer dignos de los dioses? Jamás hubo acción más grandiosa, y los que nazcan después de nosotros pertenecerán, a causa de ella, a una historia más elevada que lo fue nunca historia alguna". 

Al llegar a este punto, calló el loco y volvió a mirar a sus oyentes; también ellos callaron, mirándole con asombre. Luego tiró al suelo la linterna, de modo que se apagó y se hizo pedazos. "Vine demasiado pronto -dijo él entonces-; mi tiempo no ha llegado. Ese acontecimiento inmenso está todavía en camino, viene andando; mas aún no ha llegado a los oídos de los hombres. Han menester tiempo el relámpago y el trueno, la luz de los astros ha menester tiempo; lo han menester los actos, hasta después de realizados, para ser vistos y entendidos. Ese acto está todavía más lejos de los hombres que la estrella más lejana. ¡Y, sin embargo, ellos lo han ejecutado!". 

Se añade que el loco penetró el mismo día en muchas iglesias y entonó su Requiem aeternam Deo. Expulsado y preguntado por qué hacía, contestaba siempre lo mismo: "¿De qué sirven estas iglesias, si no son los sepulcros y los monumentos de Dios?"

El fragmento pertenece a "La gaya ciencia" obra escrita por Nietzsche en 1882. Ese provocador ¡Dios ha muerto! ya fue expresado, negro sobre blanco, veinte años antes por Hegel, e incluso Tolstói juntó las letras de igual forma, y sin embargo no causó tanto revuelo. Para Nietzsche la cosa era algo más compleja. La supuesta caída o destrucción de los valores tradicionales llegada con la superación del Dios judeocristiano, nos aboca a una etapa de nihilismo, de descreimiento, que solo será superado con la llegada del "Übermensch" o superhombre y abandonando un pensamiento pueril y de rebaño, se impongan unos nuevos valores acordes a una moral de señores que destruya los valores de la moral de esclavos. Finalmente parece que nuestra evolución no fue como se esperaba y se impusieron los valores del capital, del consumo y del beneficio y aquí estamos, con una idea de Dios descafeinada incluso para los creyentes y más esclavos que nunca de un mundo deshumanizado.

En la pintura de la entrada aparece "El anciano de los días", obra de William Blake, en la que se representa a Urizen, la encarnación de la sabiduría convencional y la ley en el particular universo mitológico del pintor, un ser que no deja de tener muchas conexiones con la propia idea de Dios. Abajo, en el lugar opuesto, el gran filósofo Friedrich Nietzsche.

 
Imágenes: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Imagen 1  - Imagen 2

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