Otras formas de seguir nuestro blog

martes, 27 de julio de 2021

Los dientes de Waterloo y el negocio de la muerte


"Todos los alrededores estaban cubiertos de fragmentos de cascos y corazas, tambores rotos, grupos de cañones, jirones de uniformes y estandartes teñidos de sangre. En este lugar desolado yacen treinta mil cadáveres a medio devorar junto a una pila de esqueletos que coronaba una de las colinas y sobredimensionaba el conjunto. Parece como si la Muerte hubiera colocado aquí su trono"

Así describía el general francés Philippe de Ségur el dantesco paisaje que había quedado en el campo de batalla de Borodinó, lugar en el que las tropas de la Grande Armée, bajo el mando de Napoleón, a duras penas se impusieron al ejercito del Zar Alejandro I comandado por Mijaíl Kutuzov. En esa batalla se estima que la cantidad de muertos pudo superar ampliamente, entre ambos ejércitos, la cifra de setenta mil soldados. Como dato añadir que el ejército francés perdió a nada menos que 48 generales en el encontronazo. Datos así podrían ser extrapolables a cualquier batalla de la época napoleónica, hasta sumar millones de muertos. Lo que se olvida en todas las batallas, es qué ocurría tras la misma, una vez finalizadas las fanfarrias de victoria o las lágrimas de la derrota, con todos aquellos cadáveres que quedaban a la intemperie en el campo de batalla.

Un escenario de esa índole, repleto de cadáveres, tal como pudo ser la batalla de Waterloo (1815) por poner el ejemplo más llamativo, era primero "visitado" por el ejército vencedor, en este caso los ingleses de Wellington, que por supuesto retiraban toda la intendencia de equipos y armamento que pudiera ser reutilizada en futuras campañas, pero también, en una búsqueda más siniestra y hasta previsible, por todos los soldados, que buscando un suplemento a su siempre menguada paga, registraban sin pudor los cadáveres para hacerse con todo aquello que pudiera resultarles aprovechable o de valor, ya fuera dinero, relojes, medallas, pitilleras, licoreras, anillos... y sin hacer ascos al calzado o la ropa si se veían en la necesidad de reponer las propias.

Tras los soldados vencedores aparecían las mujeres que solían acompañar a los ejércitos, a veces las propias esposas de los soldados o las "damas de compañía" que se dedicaban a "alegrar la tropa". Tras ellas y si había poblaciones cerca pasarían los vecinos de las mismas a la caza de cualquier resto que pudiera procurarles unas monedas.

Tras esas sucesivas oleadas de pillaje, todavía tendrían que llegar otros interesados en ese alevoso mercado de la muerte, puede que los más tenebrosos, pues estos nuevos carroñeros se centraban ya en los propios cuerpos, que a estas alturas, podían encontrarse ya casi desnudos de sus ropas. Estos nuevos y oscuros visitadores aparecían con sus alicates y retiraban todas las piezas dentales de los cadáveres, no solo las de oro, dejando las bocas de los pobres fallecidos totalmente desdentadas. Tal era el valor que se daba a esas piezas dentales, de sujetos jóvenes y libres de enfermedades, para la posterior fabricación de dentaduras postizas. 

Las dentaduras que antes se realizaban con dientes de madera, marfil, hueso o dientes de animales y que solían dar mal sabor y peor aliento, fueron prontamente sustituidas por otras que utilizaban dientes humanos, que evidentemente mantenían la resistencia, el esmalte y color, resultando muchísimo más estéticos. Las fuentes de aprovisionamiento iniciales para conseguir estos dientes eran escasas y ciertamente poco recomendables, pues solían llegar de ajusticiados e incluso de profanaciones de tumbas, lo que incrementaba el riesgo de contagio de enfermedades. Por contra, los dientes de los jóvenes soldados caídos en combate, libres de enfermedad y aun sanos y fuertes eran muy valorados. Una dentadura completa así fabricada podía llegar a costar la friolera de 30 libras de la época, lo que da una idea del tesoro que era para los saqueadores aquella marea de cadáveres que se presentaba en Waterloo. Tanta fama llegaron a tener aquellos millares de dientes "recolectados" en Waterloo, que a las dentaduras postizas se les llamó desde entonces "Dientes de Waterloo", un nombre que se extendió a cualquier dentadura realizada con dientes humanos. Las dentaduras realizadas con porcelanas no llegarían hasta final del siglo XIX, por lo que quedarían todavía muchos campos de batalla por visitar por estos tétricos comerciantes.

Pero ahí no acaba la cosa. Por último, se enterraban los cadáveres, siempre y cuando las urgencias de la guerra lo permitieran, las más de las veces de forma muy superficial, motivo por el cual, tal como ocurrió tras la Batalla de Borodinó, cuando aparecían a posteriori lluvias torrenciales, pronto los restos de aquellas personas volvían a salir a la luz, de forma más macabra si cabe. En otras ocasiones simplemente se quemaban los cuerpos en inmensas piras, lo que no dejaba de procurar un nuevo negocio, el de la venta de los huesos con los que se hacían fertilizantes (al parecer muy apreciados). Un periódico británico de 1822 mantenía que durante el año anterior se habían importado un millón de toneladas de huesos humanos y equinos procedentes de campos de batalla, solo a través del puerto de Hull para ser llevados a trituradoras en Yorkshire donde se elaboraban los mentados fertilizantes. 

Y  cómo no, todavía queda la última oleada, la de los coleccionistas que ansiosos de encontrar alguna reliquia o recuerdo de una famosa batalla removían ansiosos la tierra en busca de un pequeño tesoro, ya fuera un simple botón de una guerrera o un proyectil.


Imagen 1: El Mariscal Ney al frente de una carga de caballería en Waterloo - Obra del pintor francés Louis-Jules Dumoulin (1860-1924) - De Wikimedia Commons (CC0) - Dominio Público - Fuente Original

Imagen 2: Dentadura postiza con dientes de Waterloo - Museo Militar - Dresde - Alemania - De Wikimedia Commons - (CC BY SA 3.0) - Fuente Original

Imagen 3: La retirada de Napoleón de Moscú - Obra del pintor aleman Adolph Northern (1828-1876) - De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original

Fuentes:
1.- ¿Cómo se limpiaban los campos de batalla de las guerras napoleónicas?

No hay comentarios:

Publicar un comentario