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miércoles, 21 de abril de 2021

Las balas doradas de John Huston en "La noche de la iguana"


“¿Qué harías y qué no harías si volvieras a empezar de nuevo?”

 “Pasaría más tiempo con mis hijos; ganaría el dinero antes de gastármelo; aprendería los placeres del vino en lugar de los de las bebidas fuertes; no fumaría cuando tuviera pulmonía y no me casaría por quinta vez”

Esa fue la respuesta que a la pregunta de su hijo Tony dio John Huston, uno de los grandes directores de la historia del cine y cuya vida, tal y como se desprende de esas palabras podría haber servido a la perfección para una buena película de aventuras. Ya en su día Clint Eastwood le dedicó un film a sus peripecias por África en "Cazador blanco, corazón negro". Huston se desplazó hasta allí con la excusa de buscar localizaciones para la película "La reina de África", cuando su verdadera intención no era otra que cazar un elefante. 

Había llegado al cine después de haber pasado por los más variopintos oficios: reportero, pintor, boxeador, escritor, soldado en el ejército americano e incluso tuvo su periplo como bohemio por París. No hay duda que ese bagaje vital le vendría de lujo a la hora de ponerse tras la cámara y cuando se decidió, siguiendo la senda abierta por su padre, el gran actor Walter Huston, se marcó uno de los debuts más memorables de la historia del cine, nada más y nada menos que con "El halcón maltés", el film que oficialmente da carta de nacimiento a todo un género, el del cine negro.

Sus rodajes estaban cuajados de anécdotas, solamente con las que tuvieron lugar durante la filmación de "La reina de África" habría para hablar largo y tendido (prometemos hacerlo en el futuro), pero hoy toca hablar de otra de sus estupendas películas: "La noche de la Iguana" (1964).

Para este film contaba con un reparto sensacional; tenía a tres grandes pesos pesados del cine y los tres de carácter muy marcado: Ava Gardner, Deborah Kerr y Richard Burton; para colmo este último, tras el rodaje de "Cleopatra" estaba en pleno romance con Liz Taylor y la gata en vez de quedarse en su tejado de zinc, estaba siempre de visita por el lugar de rodaje cuidando de que su inversión sentimental no se fuera al traste. El cóctel molotov estaba servido y no fueron pocos los que advirtieron a Huston de que por el bien de la película tendría que buscar, más pronto que tarde, la manera de mantener a raya a actores tan conflictivos. El director se tomó la cosa en serio y decidió arreglar las cosas a su manera, al estilo Huston. De modo que los reunió a todos y les dijo solemnemente:

“Mirad, os he traído un regalo a cada uno. Es una pistola y dentro hay unas balas doradas en las que están escritos los nombres de los demás. Si las necesitáis durante el rodaje, utilizadlas y así me evitáis a mí problemas".

La película resultó toda una joya. 


Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuente Original

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