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martes, 29 de diciembre de 2020

La ambición sin límites: El "Craso error" de Marco Licinio

 

Entre los hombres más ricos de la historia, si su fortuna fuera actualizada con la inflación, aun se encontraría en el Top 10, junto a los famosos Gates, Bezos, Rockefeller y el resto de la troupe, el ambicioso Marco Licinio Craso, el hombre que, con sus casi 200 millones de sestercios, fue la mayor fortuna del Imperio Romano. Fue el mago de los negocios, de la especulación y la extorsión. Craso no dudaba en cometer cualquier tropelía para hacer crecer su fortuna, daba igual que fueran empresas ilegales, usura, expropiaciones forzadas, entrenamiento de gladiadores o los alquileres de sus muchas propiedades, que por cierto acaparaba con métodos más que dudosos. El desaforado Craso creó el primer cuerpo de bomberos de Roma a la vez que el primer grupo de pirómanos organizados, unos desalmados que iban dando lumbre a las propiedades que eran codiciadas por su jefe. Craso, en un plan perfectamente calibrado, no permitía actuar a sus bomberos hasta que el propietario, ante el peligro de perderlo absolutamente todo, no aceptaba el ridículo precio que Marco Licinio le proponía para quedarse con la propiedad en llamas y si el atribulado propietario, se demoraba mucho en aceptar la oferta, el precio iba bajando rápida y notablemente. Todos terminaban por aceptar ante la devastación creciente provocada por las llamas y la dureza negociadora de un Craso totalmente carente de escrúpulos. Posteriormente la propiedad era reconstruida a precio de saldo por esclavos a su servicio y ese nuevo inmueble, ya reformado, empezaba a generarle jugosas rentas.

Su apoyo económico a Julio Cesar, cuando este más lo necesitaba, fue a buen seguro determinante para que estos desmanes quedaran impunes. Su peso era tal que terminó por formar parte del primer triunvirato junto al propio Julio Cesar y Lucio Cneo Pompeyo, pero su ambición era insaciable; ya no solo quería dinero, también quería la gloria y fue eso lo que lo perdió. Craso nunca llevó bien que no le concedieran un "triunfo" público por su victoria sobre Espartaco. El hecho de vencer a esclavos le quitaba merito a su logro y solo le entregaron una "ovación" por doblegar al correoso Espartaco que tantos temblores de piernas provocó en la todopoderosa Roma. 

Se cuenta que el trato que Craso tuvo con sus legiones en la campaña contra Espartaco fue tiránico, tanto, que volvió a recuperar la tradición de la "decimatio", o lo que es lo mismo la muerte de 1 de cada 10 hombres, elegidos al azar, cuando se estimaba que no habían luchado con el suficiente arrojo. Esta práctica, que es el origen del término "diezmar", supuso que del grueso de tropas lideradas por Craso en esta campaña, unos 40.000 legionarios en total, hay quien mantiene que castigó con la muerte por cobardía a nada menos que 4000 legionarios (10%), aunque otros, como Plutarco, mantienen que solo fueron 50 legionarios de una única cohorte los que sufrieron el castigo. Lo que es indudable es que los soldados terminaron por tener más miedo a Craso que al enemigo y con ese extra de motivación aseguraron su victoria final. 

Y sin embargo, Craso, erre que erre en la búsqueda de su ansiado "triunfo" público y con ponerse a la altura del talento militar de Julio Cesar y de Pompeyo, una vez marchó al gobierno de Siria, la provincia que le fue asignada y de saquear multitud de ciudades y templos, incluido el Templo de Jerusalén, formó un poderoso ejército con el que pretendía doblegar a los ricos partos. No fueron suficientes las 7 legiones que le acompañaban, aproximadamente 35.000 hombres, para dar cima a sus propositos, muy al contrario, en la batalla de Carras (año 53 a. C.), Craso cometió graves errores estratégicos y tras ser rodeadas sus fuerzas sufrió una derrota total que acabó con la muerte de su hijo y de casi 20.000 hombres. Los legionarios que sobrevivieron darían origen a la mítica "legión perdida"

Cuando ya vencido, Craso intentaba parlamentar fue hecho prisionero por los partos que sabedores de la insaciable sed de riquezas de Craso, le dieron muerte despiadadamente, vertiendo oro fundido por la garganta de quien nunca tuvo piedad con nadie. Sin duda la idea de vencer a los partos fue un gran error, un Craso error, que le reportó a Marco Licinio una dorada y dolorosa muerte.  

Ese error de Craso es, según la mayoría, el origen de la expresión todavía hoy utilizada comúnmente. Aunque, todo hay que decirlo, también hay quien mantiene que el "craso" de la frase viene de la palabra "crassus", que en latín significa "grueso, gordo, grosero". Pero una vez apuntada esta opción, estoy seguro de que todos preferiremos la primera posibilidad, y pensar que si cometemos un error de los gordos, uno garrafal, y nos referimos a el como "un craso error" no dejaremos de estar recordando de alguna manera el truculento castigo, que por sus errores, recibió el mayor y más despiadado acaparador de la historia.

El busto de Marco Licinio Craso se expone en el Louvre (Paris) y data de mediados del siglo I.

Imagen: De Wikimedia Commons - Fuente Original (CC BY-SA 2.0)

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