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martes, 24 de noviembre de 2020

Rembrandt, el orgullo y el falso florín


 "Sin una atmósfera la pintura no es nada." (Rembrandt)

Rembrandt, arriba en uno de sus muchos autorretratos, fue un pintor portentoso que por su pincelada y el tratamiento que daba a la luz resultaba de una modernidad inusual en su época. No es extraño que pintores mucho más modernos como Van Gogh dijeran de su obra: "Hay que haber muerto varias veces para pintar así". Y a pesar de ello, siempre hay quien pone peros. 

Se cuenta la anécdota de un alcalde que se dirigió al taller de Rembrandt en Amsterdam para encargarle uno de sus famosos retratos, accediendo a ello el pintor. Una vez terminado el cuadro, el alcalde (o burgomaestre como le decían por allí) fue a recoger la pintura que no fue del todo de su gusto, alegando que el retratado no se le parecía suficientemente e invitaba al pintor a trabajarlo un poco más. Rembrandt, que era de la idea, según sus palabras, de que "una pintura se puede considerar acabada cuando lo dice su pintor", sabía que aquel retrato era perfecto, a pesar de lo cual aceptó "aparentemente" la sugerencia. Una vez marchó el personajillo de su taller, Rembrandt, en vez de volcarse en el retrato, que dejó tal cual estaba, se puso a pintar una moneda en el suelo, un florín de la época. Los reflejos, luces y perspectiva que dio a la moneda la convirtieron en una verdadera tentación para cualquiera que entrara en su taller. Poco tiempo después volvió el retratado para revisar la pintura y tan pronto entró en el taller y vio la supuesta moneda, se agachó con el mayor de los disimulos posibles para adueñarse de ella. Lastimosamente solo logró arañar el suelo y una carcajada del pintor, que le dijo "y decía que no atinaba con los parecidos..." Ridiculizado y visiblemente avergonzado, pagó al pintor lo debido, recogió su retrato y se marchó sin mirar siquiera si había hecho alguna modificación en el mismo.

Por supuesto el sujeto de la obra que dejamos a continuación: "Viejo con una cadena de oro" (1631 -expuesto en el Art Institute of Chicago) no tiene por que ser el protagonista de la anécdota, de hecho hay quien lo identifica con el padre de Rembrandt, pero nos ofrece una muestra más del talento del pintor con una obra menos conocida. El autorretrato de la cabecera esta fechado en 1659 y se expone en la National Gallery of Art de Washington DC.


Imágenes: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0) - Fuentes: Imagen 1 - Imagen 2

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