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martes, 17 de noviembre de 2020

Quevedo: Entre orines y sonetos

 

Hay cosas que no cambian. Hoy, al igual que ayer, siguen siendo legión los desahogados que, como los amigos de Serrat, orinan en mitad de la vereda en su procesión nocturna de bar en bar. Y digo hoy igual que ayer por que Francisco de Quevedo y Villegas, escritor de grandes contrastes, era aparte de un genio con la pluma, un sujeto amigo de tabernas, francachelas y pendencias. La todavía existente Calle del Codo, recuerdo del pasado Madrid de los Austrias, era paso obligado entre las tabernas que frecuentaba el escritor y una de sus esquinas, el lugar en el que acostumbraba el autor de "Los sueños" a aliviar su vejiga. Harto de los malos olores, un vecino de la calle intentó solventar el problema a fuerza de ingenio. En la esquina en cuestión dibujo una cruz y la leyenda: "Donde hay cruces no se mea". La solución parecía tener visos de éxito en una época en la que todo lo relacionado con la religión era de suma importancia. Lo que no sabía el sufrido vecino es a quien se enfrentaba. Quevedo, de vuelta de otra noche más de trasegar vinos y en una época en la que los urinarios en las tabernas no eran algo común, se dirigió con cierta ansiedad a su esquina preferida. Vio la cruz, vio el mensaje y sin pensarlo mucho volvió a rociar el lugar como era su costumbre. Eso si, tras terminar de aliviarse escribió en el mismo lugar su respuesta: "Donde se mea no se ponen cruces".

Cierto es que los desahogados de hoy no suelen dejarnos después perlas como este poema de Quevedo titulado ¡Ah de la vida! Que no todo va a ser hablar de las urgencias del escritor.

“¡Ah de la vida!”… ¿Nadie me responde?
¡Aquí de los antaños que he vivido!
La Fortuna mis tiempos ha mordido;
las Horas mi locura las esconde.

¡Que sin poder saber cómo ni a dónde
la salud y la edad se hayan huido!
Falta la vida, asiste lo vivido,
y no hay calamidad que no me ronde.

Ayer se fue; mañana no ha llegado;
hoy se está yendo sin parar un punto:
soy un fue, y un será, y un es cansado.

En el hoy y mañana y ayer, junto
pañales y mortaja, y he quedado
presentes sucesiones de difunto.

El retrato de Quevedo es obra de John Vanderham, copia de un original perdido de Velázquez

Imagen: De Wikimedia Commons - Dominio Público (CC0). Fuente original.

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