"Cuando el tirano de la Columbia, Harry Cohn, entrevistaba a starlettes, a menudo les metía el abridor de cartas en la boca para revisarles los dientes y luego lo bajaba rapidamente para subirles las faldas y echarle un vistazo a sus muslos"
Eso contaba Frank Capra en su autobiografía "El nombre delante del título", al respecto de una de las personas más poderosas en la historia del cine, Harry Cohn, un personaje que había de ser tan despreciable que cuando Peter Lorre acudió a su entierro le preguntaron la razón de que hubiera acudido a darle el último adiós. El actor, sin inmutarse contestó: "Quería cerciorarme de que este hijo de puta estaba realmente muerto".
No hace mucho que saltó a la primera plana de los noticieros la denuncia de no pocas actrices de primera linea que habían sufrido exigencias sexuales para poder conseguir determinados papeles y señalaban al hasta hace poco todopoderoso Harvey Wenstein. El asunto ha resultado tan escabroso que ha dado carta de nacimiento al movimiento "Me too", con el que muchas otras actrices empezaron a contar sus humillantes experiencias en los despachos de los mandamases del cine. Pero todo esto no es algo nuevo en Hollywood y hasta tiene su nombre: "Casting Couch" -el casting del sofá-. Y no tenía por que ser un sofá, igual servía una alfombra para que la actriz, o actor de turno, que también hubo muchos hombres que sufrieron esta humillante práctica, se sometieran a los deseos de un desaprensivo productor o director de casting; una felación o un "kiki" rapidito podía suponer ese papel por el suspiraban todas las competidoras. Ya lo decía el periodista Peter Keough cuando describía Hollywood como "una ciudad donde todo el mundo vende su cuerpo y su alma a cambio de fama y fortuna, y todos –particularmente las mujeres– son considerados mercaderías".
Siempre se rumoreó de asuntos de este tipo al respecto de mandamases como Zanuck, Howard Hugues, Jack Warner, Louis B. Mayer o Harry Cohn, el descubridor de Rita Hayworth y del que ya hablábamos al inicio de la entrada. La lista de las que tuvieron que ponerse sobre sus rodillas bajo una mesa o probar lo mullido que era el sofá del jefazo para conseguir el estrellato es interminable, pero no siempre que se denunciaron aquellas aberrantes prácticas se consiguió el respaldo que han tenido ahora. En otros tiempos solo quedaba el silencio de puertas hacia afuera y los odiosos rumores en los pasillos. Joan Collins, Shirley Temple o Rita Hayworth ya lo denunciaron en su día sin que nadie las respaldara ni se creara un movimiento del alcance del "Me too". Era un mundo realmente cruel que quedaba muy gráficamente explicado, como recogía Norman Mailer, en aquella famosa y dolorosa frase pronunciada por la vapuleada Marilyn Monroe después de firmar un importante contrato para ella: "Ésta ha sido la última polla que chupo".
Imagen: La fotografía es cortesía de la estupenda página Doctor Macro. Enlazamos la fuente original:
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