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miércoles, 22 de abril de 2020

Esopo y los poderosos



Las promesas de los poderosos y la forma tan gratuita en la que las olvidan me ha traído a la memoria una curiosa anécdota protagonizada por Esopo, el famoso fabulista griego. Tal y como se ve en el cuadro que encabeza la entrada, Esopo (aprox. 600 a.C.) no era precisamente lo que se dice un galán, es más, Plutarco decía que era feo, tartamudo y jorobado, aunque también ingenioso, inteligente y bromista, características estas que lo hicieron famoso.

Comenzó su vida siendo esclavo de Janto, quien agradecido por sus servicios terminaría por darle la libertad. Se cuenta que en cierta ocasión, su amo, el citado Janto, se emborrachó hasta tal punto, que ufanándose de si mismo declaró que sería capaz de beberse toda el agua del mar y para darle más solemnidad a su promesa se apostó con sus invitados su casa y dejó su valioso anillo como prenda.

Al llegar el nuevo día, Janto, como suele ocurrir tras los excesos con la bebida, no se acordaba de nada de lo que había dicho o hecho, pero se percató de que le faltaba su anillo y preguntó a Esopo si sabía que había ocurrido la noche anterior. Cuando Esopo le contó la apuesta que había lanzado a sus invitados se mostró desesperado y le pidió ayuda. Esopo se mostró sonriente y tranquilo y acompañó a su amo hasta la orilla del mar donde le esperaban sus invitados y un enjambre de curiosos. Le habían preparado un mesa sobre la cual habían dispuesto un gran número de recipientes llenos de agua de mar y a la vista de estos, uno de sus invitados le dijo sin muchos miramientos:

- !Aquí tienes el mar, Janto, comienza a beber!

Janto que no sabía cómo salir de aquel atolladero se volvió cariacontecido hacia su esclavo y fue entonces cuando intervino Esopo

- Un momento ¿En qué consiste exactamente la apuesta de mi amo?
- En que bebería toda el agua del mar -contestaron los invitados
- Luego, si solo debe beber el agua del mar, no ha de beberse el agua de los ríos ¿verdad?
- No, solamente la del mar
- Bien en ese caso, mi amo se beberá todo el agua del mar, tal y como ha prometido, en el mismo instante en el que vosotros logréis evitar que se mezclen las aguas de los ríos, que no ha de beber, con las del mar.

Los jueces de la apuesta se quedaron sorprendidos y evidentemente no pudieron dar por perdedor a Janto. El modo en el que se resuelve el problema me recuerda mucho a la obra de Shakespeare "El mercader de Venecia", en la que finalmente se invita a Shylock, el judío ultrajado que ansiaba venganza, a cortar justamente su libra de carne del atribulado Antonio, pero eso si, ni un gramo más, y sin derramar sangre, algo que por supuesto era totalmente imposible. No dudo de que los poderosos de hoy en día, para salirse siempre con la suya  y caer siempre de pie, cuentan con sus "Esopos" particulares, legiones de asesores y abogados muy caros de pagar, pero nuestro fabulista era muy distinto de esos leguleyos. En su tiempo, las gentes maravilladas por su astucia y sabiduría le preguntaban cómo podía ser a un tiempo justo y leal, y el fabulista, mostrándonos el camino a todos, contestaba: "Muy sencillo: haciendo lo contrario de lo que veo hacer."

El cuadro de cabecera es la visión que muchos años después tuvo Velázquez de Esopo y que actualmente se exhibe en el Museo del Prado.

Imagen: La fotografía esta tomada de los fondos de Wikimedia Commons donde figura etiquetada como Dominio Público. Se enlaza la fuente original: 

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